martes, 13 de mayo de 2014

La diversidad como valor

La atención a la diversidad en las aulas ocupa hoy nuestro centro de interés ya que continúa manteniéndose en la cima de los retos de la vida profesional del colectivo docente. A pesar de la multiplicidad de debates que este término ha generado en los últimos años, pocas son las prácticas que han logrado mejorar la realidad en nuestras aulas.

Antes de comenzar a escribir acerca de qué entendemos por diversidad en las aulas, me veo en el deber de insistir en el correcto enfoque de este término. Es más, pienso que quizás es el hecho de no saber orientar la diversidad lo que ha comportado errores en su incomprensión. Por este motivo, pongo énfasis en enfocar la diversidad no únicamente como un reto profesional sino también como una oportunidad que nos enriquece. Sin embargo, en muchas ocasiones el considerar la diversidad como un reto ha conllevado a ser catalogada como un problema, y es aquí dónde creo que radica el problema. A continuación, intentaremos conocer qué entendemos por diversidad y comprobaremos que depende el enfoque que adoptemos el resultado puede ser totalmente diferente.

Desde aquí animo a acercarnos a observar al alumnado de nuestras escuelas,  si no se puede dentro de ellas, en las entradas y salidas, basta con esto para conocer de primera mano la diversidad. De esta manera, entendemos por diversidad las diferencias individuales que existen entre alumnos ya sean de origen físico, social, económico, cultural, psicológico, entre otras. Por lo tanto, son estas diferencias las que conllevan a una diversidad de estilos de aprendizaje, de ritmos, de intereses, de necesidades, etc. Así pues, podemos acabar afirmando que la diversidad es inherente a la realidad educativa ya que lo es en el ser humano.

Una vez conocemos la situación en las aulas se nos plantea el reto de cómo tratar esta diversidad en el alumnado. Llegados aquí he de decir que hay dos maneras muy diferenciadas de enfocar esta misma realidad comportando resultados completamente divergentes. Por un lado, existe la tendencia a agrupar al alumnado por nivel o ritmos de aprendizaje, separando a los “etiquetados” más capaces de los menos. El resultado de este sistema produce efectos perversos como serian la baja motivación del alumnado considerado menos capaz. Personalmente, pienso que tanto este agrupamiento como formar grupos homogéneos no conduce a mejores resultados educativos ya que llevan la diversidad a la desigualdad.  Por otro lado, hay escuelas que optan por la formación de agrupamientos heterogéneos inclusivos, es decir, formar grupos con diversidad de alumnado ya sea de intereses, de necesidades, de ritmos, etc. Concretamente, lo que se espera de este agrupamiento es que entre todos se ayuden siguiendo una metodología cooperativa. De esta manera, también estaremos fomentando el aprendizaje dialógico y proporcionando oportunidades al colectivo de alumnos más vulnerable.

Acabando con el artículo de hoy, me gustaría incidir en la importancia de reconocer la diversidad como un valor, y por tanto en adoptar un adecuado tratamiento de esta diversidad ya que únicamente así conseguiremos mejorar los resultados de todo el alumnado. 


Saida

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