El centro de
interés del martes pasado fue la transición de Primaria a Secundaria, la cual
presente como un momento crítico dentro de la escolaridad y por ello la
necesidad de aplicar actuaciones para garantizar una óptima transición entre
etapas educativas. Pues bien, hoy quiero presentar otra transición que puede
resultar igual o más importante que la anterior.
Estoy segura que
muchos de vosotros os habréis formulado la siguiente pregunta: “¿Y después de la ESO qué?”, a la espera
quizás de una respuesta “mágica-decisiva” que os ubique en la trayectoria formativa-profesional
adecuada. Desde aquí ya os informo que dejéis de creer en esa respuesta que os
proporcionará la solución a vuestra preocupación. No es de extrañar que al
finalizar la etapa obligatoria comiencen a surgir dudas, multitud de intereses,
preocupaciones, inquietudes y un sinfín de aparentes problemas acompañados de
un cierto nerviosismo y malestar. Todo lo anterior es comprensible ya que os
podéis estar encontrando posiblemente ante una de vuestras primeras grandes
decisiones y más si hasta el momento no erais vosotros quiénes determinabais el
quehacer posterior.
Hoy como bien he
comentado no pretendo presentar ni mucho menos ninguna respuesta al interrogante
que guía el presente artículo, pero sí quiero destacar las siguientes
consideraciones. Para comenzar, si empezáis a preocuparos de vuestra decisión
ya finalizada la ESO no es de esperar que ese nerviosismo acabe convirtiéndose
en ansiedad causada por la falta de tiempo. Por ello, animaría a que durante
los últimos dos cursos comencéis a informaros de las posibles vías que podéis
encontrar en función de vuestros intereses y motivaciones.
No obstante, la
situación puede verse complicada si vuestras aspiraciones profesionales no
están del todo clarificadas. Durante este período de incertidumbre podemos
escuchar comentarios como el siguiente: “Cómo
voy a saber qué quiero hacer después si no sé ni qué hay después ni qué es lo
que me gusta”. Ante el primer problema de lo qué hay después he de decir que creo que puede explicarse por una
cierta pasividad del sujeto en cuestión. Por eso, primeramente ha de quedar
claro que la etapa postobligatoria está sujeta a decisiones personales y por
este motivo han de ser esas personas quiénes se documenten, llegándose incluso a
movilizar para disponer de información suficiente para la toma de decisiones. Respecto
al no conocer con precisión los gustos y
preferencias profesionales, sin duda haría alusión como acción de gran
ayuda a la orientación escolar. De hecho, considero que esta orientación
debería de ser una realidad durante toda la etapa obligatoria haciéndose más
relevante durante los últimos años de la escolarización obligatoria. Concretamente,
es la figura del orientador quién a partir del desarrollo de programas de orientación vocacional ayuda
al alumnado a descubrir de manera autónoma tanto sus capacidades y valores como
sus motivaciones e intereses profesionales. De esta manera, el alumnado empezará
a descubrir qué profesiones encajan mejor con su persona. A su vez, también el
orientador/a debe asegurarse que los sujetos conocen las opciones y las
profesiones a elegir ya que así los alumnos podrán valorar y analizar para
decidir su mejor opción. En este momento, la figura del orientador será de gran
ayuda a la hora de diseñar los itinerarios profesionales clarificando todas las
fases y pasos que han de seguir para conseguir sus objetivos formativos y
laborales.
La pregunta que
yo me haría para acabar con el artículo de hoy seria “¿Cuántos de vosotros
tuvisteis la presencia de un orientador/a para ayudaros a tomar una correcta
decisión?”.
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Saida