martes, 25 de febrero de 2014

El factor motivacional en los procesos de enseñanza- aprendizaje

Este martes el centro de interés va a girar en torno al que considero uno de los grandes problemas que hoy en día el profesorado ha de hacer frente en el aula: la falta de motivación del alumnado. La realidad desde el punto de vista educativo en las aulas es preocupante ya que nos encontramos con alumnos que vienen desmotivados y muestran una falta de interés, no únicamente hacia materias especificas sino hacia lo que representa el concepto escuela. Así pues con este artículo lo que voy a intentar es conocer el núcleo del problema para poder actuar sobre éste, y así mejorar dicha realidad educativa.

Si preguntamos a los propios alumnos el porqué de su actitud desinteresada las respuestas más comunes serian similares a “Lo que aprendemos no me resulta interesante” “Creo que ciertas materias no me sirven para nada”. A partir de estas respuestas podemos deducir que la falta de motivación viene asociada a los mismos contenidos curriculares, de manera que ¿Qué podemos hacer como educadores para evitar esta situación?. En muchas ocasiones el profesorado cree que su intervención aquí es mínima ya que ellos no pueden decidir QUÉ enseñar porque ésta es una cuestión que ya viene dada. Por consiguiente, se limitan a intentar construir un aprendizaje en el alumnado sin tener en cuenta a éste.

El resultado de todo esto es nefasto ya que la no actuación por parte del profesorado ante la falta de motivación del alumnado conlleva a su vez a una falta de interés también del profesorado. Por lo tanto, estamos ante una situación educativa que se va alimentando en forma de bucle, y necesita inmediatamente ser cortada.

Pues bien, a mi parecer el profesorado como responsable directo del éxito de los aprendizajes del alumnado tiene mucho que hacer. Para comenzar, considero que estos profesionales disponen dos funciones claves, la primera y previa al proceso de enseñanza- aprendizaje sería la de analizar para disponer de información acerca de su alumnado (experiencias, actitudes, intereses, necesidades, etc.), y la segunda la de asegurar el éxito del aprendizaje. Además, hemos de saber que estas dos funciones están conectadas, por lo tanto si la primera no se tiene en cuenta las probabilidades de que suceda la segunda se reducen.

A continuación, una vez conocido el núcleo del problema voy a intentar mostrar cual seria para mí la orientación que tiene que adoptar esta realidad. Anteriormente, hemos reconocido que respecto al QUÉ enseñar como educadores nuestro papel es reducido, pero en relación al CÓMO enseñar-aprender creo que el margen de actuación se incrementa. Entonces, vamos a comprobar que acciones podría llevar a cabo el profesorado a la hora de diseñar e implementar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Previamente, el profesorado habría de partir de un análisis diagnostico de las necesidades, experiencias, motivaciones e intereses del alumnado para tenerlos presente y relacionarlos con los aprendizajes. Otro aspecto a valorar seria el hecho de contrastar y relacionar el proceso de aprendizaje con los conocimientos previos del alumnado, para así construir aprendizajes coherentes. Además, al alumnado también le gusta sentirse valorado por esa razón es importante que sean ellos quienes a partir de un proceso participativo definan y compartan objetivos de aprendizaje. Y por último, no podemos olvidarnos de la importancia de desarrollar una participación activa y vivenciada durante el proceso de aprendizaje. Concretamente,  el aprendizaje por descubrimiento representa una buena opción para generar aprendizajes más motivadores ya que parte de las experiencias e intereses del alumnado, y a su vez permite un cierto grado de autonomía aumentando los niveles de autoestima y de aspiraciones del alumnado. En definitiva, todas estas acciones nos llevan a considerar la figura del profesor como el encargado de garantizar el éxito de los aprendizajes.


¡Esto ha sido todo por hoy!

Saida



martes, 18 de febrero de 2014

Acercándonos a la Pedagogía

Todas las entradas que llevo publicadas hasta ahora han tratado un centro de interés bastante específico en relación a la educación o formación. En cambio, hoy el artículo va adoptar un centro de interés mucho más genérico: La pedagogía. Estoy decidida con esta publicación a dar a conocer a la que considero una gran desconocida dentro del mundo de las profesiones.
Sinceramente, me ofende la ignorancia de la sociedad ante mi profesión. Por este motivo, considero que uno de los grandes retos en el campo de la educación es evitar y romper con la tendencia a reducir la educación a la docencia.  Así pues, me gustaría que al finalizar el artículo obtengáis una visión más global de la educación, empezando a ser conscientes de sus múltiples ramificaciones profesionales. 

Personalmente, la pedagogía para mí tiene un atractivo que no todas las profesiones poseen, se trata de su carácter multicontextual. De manera que, un profesional de la pedagogía no se limita a intervenir únicamente en un área de actuación, como podemos pensar que es la educativa, sino que además abarca otros campos como el cultural, el social y el empresarial. El motivo es aparentemente lógico, la educación en su sentido más amplio es uno de los grandes motores de desarrollo de la sociedad y es por esto que se haya presente en la mayoría de los contextos. A su vez, el profesional de la pedagogía es concebido como experto en la educación, y por consiguiente ha de actuar en todos sus contextos.

Hasta el momento no sé si habréis sacado algo en claro ya que antes de presentar la típica definición he preferido exponer una noción básica para asentar esta profesión. Ahora ya sí puedo decir que la Pedagogía es considerada como la ciencia que se encarga de estudiar, analizar y comprender el proceso educativo de todo ser humano. Por lo tanto, el pedagogo/a orienta las acciones educativas y formativas presentes en cualquier proceso de enseñanza – aprendizaje.

Podría seguir profundizando y alargándome acerca de esta profesión, pero tampoco era mi objetivo. No obstante, antes de dar por acabado el artículo quiero mostraros las posibles y variadas salidas profesionales de la Pedagogía. Ante la numerosa existencia voy a limitarme a presentar exclusivamente unas cuantas, y si alguna de ellas os despierta curiosidad no dudéis en indagar sobre ella.


Contexto educativo
Contexto empresarial
Contexto social
-Orientador académico
-Dirección de centros e instituciones educativas
-Diseñador de planes de formación y recursos didácticos
- Formador de formadores

-Orientador profesional y laboral
-Consultor y gestor de formación en las empresas
-Técnico de recursos
 humanos
-Mediador socioeducativo y cultural
-Director de centros socioeducativos y culturales

Y ya para finalizar solo decir que en mi caso presento orgullosa mi vocación y profesión ya que me encantaría que ésta dispusiera del reconocimiento que creo que se merece. Además, no olvidéis que una profesión hay que amarla ya que forma parte de la vida del ser humano.



Saida

martes, 11 de febrero de 2014

La función tutorial, una pieza clave en el proceso educativo

Al comenzar el año me propuse inaugurar este blog, y a su vez me comprometí conmigo misma a intentar cada martes publicar una nueva entrada. Con esto no quiero dar a entender que este blog se haya convertido en una obligación o una rutina para mí, sino todo lo contrario. Simplemente quiero que sepáis que si mi grado de compromiso con el blog es tan elevado es básicamente porque me apasiona poder mostraros cada semana una parte de mí, mi vocación.  

Después de explicaros lo anterior, ahora ya sí voy a presentar el centro de interés de esta semana: La función tutorial, o más conocida como la tutoría. Muchos de vosotros quizás os estéis acordando de esa hora que se dedicaba a la semana para tratar aparentemente temas banales, y por ello sería del todo lógico que os preguntarais el porqué dedicar una entrada a hablar de este tema. Pues justo por esta razón, porque pienso que la conocida tutoría es mucho más que una hora a la semana, y por ello personalmente prefiero hablar de función tutorial o acciones tutoriales y no tanto de tutoría.

Comenzaría comentando que NO es la función tutorial, pues por ejemplo no es una acción puntual, ni únicamente una actuación correctiva para dar respuesta a ciertos problemas surgidos durante el proceso de enseñanza y aprendizaje, ni mucho menos una hora a la semana para descansar y alejarnos de los contenidos propios del currículum. Entonces, ¿Qué es realmente la función tutorial? Es una acción continuada, un proceso con principios y objetivos, transversal al currículum, y especialmente una oportunidad para atender personalmente a cada una de las inquietudes, preocupaciones o necesidades del alumnado. Por este motivo, entiendo la función tutorial como un elemento implícito al proceso educativo e inherente a la actividad docente. Por lo tanto, hemos de concebir las acciones tutoriales como todo un proceso de acompañamiento y atención para promover, favorecer y reforzar el desarrollo integral de cada uno de los alumnos.

Personalmente, considero que es un error buscar el éxito escolar con la sobreinformación, es decir, que no por dedicar más tiempo a los contenidos curriculares garantizamos el éxito de éstos. En cambio, quizás destinando espacio y tiempo a potenciar aprendizajes más éticos y morales, a crear ciertas habilidades sociales, a favorecer los procesos de maduración personal y de desarrollo de la identidad podemos contribuir, en parte, al éxito del proceso educativo.

Una vez reconocido el valor de la función tutorial no podemos quedarnos aquí, hemos de pensar en posibles estrategias para mejorar la calidad de los procesos de orientación y tutoría de nuestro sistema educativo. Para acabar con el artículo, voy a decir cuál sería para mí una buena estrategia para comenzar a mejorar la actual situación. Concretamente, creo necesario atender a las necesidades del propio profesorado, el cual se encuentra con dificultades y/o obstáculos a la hora de llevar a cabo la función tutorial. Así pues, es fundamental incidir en la importancia de formar al profesorado proporcionándoles recursos y medios para garantizar el éxito del proceso tutorial.




Saida

martes, 4 de febrero de 2014

El formador, una profesión a conocer

Primer martes de este nuevo mes de febrero y que mejor manera de comenzarlo que publicando una nueva entrada. El que se convierte en mi quinto artículo acoge como centro de interés al formador. He decidido escribir en torno a este tema ya que considero que a día de hoy aún no se conoce realmente el papel de formador, y eso no es todo sino que además tiende a simplificar-se. El otro día decidí preguntar a mi entorno más cercano cuál era para ellos el rol del formador, y sí las respuestas fueron aparentemente evidentes: “Aquella persona que forma”, “Un formador enseña”,  “La función del formador es transmitir el conocimiento”.  Así pues, si al formularos la misma pregunta vuestra respuesta no se aleja demasiado de las anteriores os interesará continuar leyendo este artículo.

Como ya todos sabéis nos encontramos ante una sociedad caracterizada per un “boom” informativo ya que tenemos a disposición inmediata todo aquello sobre lo que queramos conocer e indagar. Por lo tanto, si estamos reconociendo la facilidad para acceder a la información no creéis que resulta algo lógico infravalorar el papel del formador si éste se limita únicamente a ser transmisor de ésta. Llegados a este punto es razonable pensar que el formador actual se ve en la necesidad de desarrollar otras funciones y competencias para mantener su profesionalidad. A continuación, voy a presentar brevemente el que considero que debería de ser el papel del formador en la sociedad de la información.

Un buen formador no ha de limitarse a comunicar una información para esperar la construcción de un aprendizaje, sino que ha de buscar y proporcionar los medios para generar con el alumnado un nuevo conocimiento. Además, si el formador pretende desarrollar un nuevo aprendizaje ha de hacer responsable al alumnado de éste para que se convierta en el líder del proceso. Por esta razón, la función del formador no es otra que la de conectar, ampliar y cuestionar el pensamiento del alumnado constituyéndose como co-líder del proceso de aprendizaje.

Una vez he explicado esto, me gustaría comentar otro punto que suscita mi interés ya que considero que es uno de los grandes retos que han de hacer frente los actuales formadores. La profesión del formador requiere de una constante innovación para poder adaptar-se a nuevos y cambiantes escenarios. Pero esto he llegado a producir un sentimiento de rechazo en los propios formadores ya que temen a fracasar en el intento de innovar. No obstante, hemos de saber que quizás si no se fracasa tampoco generaremos oportunidades para mejorar. Ante esta situación, personalmente recomendaría la creación de espacios para que entre los mismos profesionales compartan preocupaciones y experiencias y así conseguir entre todos mejorar la calidad del sistema formativo.


Esto ha sido todo, ¡Hasta el próximo martes!


Saida