Este martes el
centro de interés va a girar en torno al que considero uno de los grandes
problemas que hoy en día el profesorado ha de hacer frente en el aula: la falta
de motivación del alumnado. La realidad desde el punto de vista educativo en
las aulas es preocupante ya que nos encontramos con alumnos que vienen
desmotivados y muestran una falta de interés, no únicamente hacia materias
especificas sino hacia lo que representa el concepto escuela. Así pues con este
artículo lo que voy a intentar es conocer el núcleo del problema para poder
actuar sobre éste, y así mejorar dicha realidad educativa.
Si preguntamos a
los propios alumnos el porqué de su actitud desinteresada las respuestas más
comunes serian similares a “Lo que aprendemos no me resulta interesante” “Creo
que ciertas materias no me sirven para nada”. A partir de estas respuestas
podemos deducir que la falta de motivación viene asociada a los mismos
contenidos curriculares, de manera que ¿Qué podemos hacer como educadores para
evitar esta situación?. En muchas ocasiones el profesorado cree que su
intervención aquí es mínima ya que ellos no pueden decidir QUÉ enseñar porque
ésta es una cuestión que ya viene dada. Por consiguiente, se limitan a intentar
construir un aprendizaje en el alumnado sin tener en cuenta a éste.
El resultado de
todo esto es nefasto ya que la no actuación por parte del profesorado ante la
falta de motivación del alumnado conlleva a su vez a una falta de interés
también del profesorado. Por lo tanto, estamos ante una situación educativa que
se va alimentando en forma de bucle, y necesita inmediatamente ser cortada.
Pues bien, a mi
parecer el profesorado como responsable directo del éxito de los aprendizajes
del alumnado tiene mucho que hacer. Para comenzar, considero que estos
profesionales disponen dos funciones claves, la primera y previa al proceso de
enseñanza- aprendizaje sería la de analizar para disponer de información acerca
de su alumnado (experiencias, actitudes, intereses, necesidades, etc.), y la
segunda la de asegurar el éxito del aprendizaje. Además, hemos de saber que
estas dos funciones están conectadas, por lo tanto si la primera no se tiene en
cuenta las probabilidades de que suceda la segunda se reducen.
A continuación,
una vez conocido el núcleo del problema voy a intentar mostrar cual seria para
mí la orientación que tiene que adoptar esta realidad. Anteriormente, hemos
reconocido que respecto al QUÉ enseñar como educadores nuestro papel es
reducido, pero en relación al CÓMO enseñar-aprender creo que el margen de
actuación se incrementa. Entonces, vamos a comprobar que acciones podría llevar
a cabo el profesorado a la hora de diseñar e implementar el proceso de
enseñanza-aprendizaje.
Previamente, el
profesorado habría de partir de un análisis diagnostico de las necesidades,
experiencias, motivaciones e intereses del alumnado para tenerlos presente y
relacionarlos con los aprendizajes. Otro aspecto a valorar seria el hecho de
contrastar y relacionar el proceso de aprendizaje con los conocimientos previos
del alumnado, para así construir aprendizajes coherentes. Además, al alumnado
también le gusta sentirse valorado por esa razón es importante que sean ellos
quienes a partir de un proceso participativo definan y compartan objetivos de
aprendizaje. Y por último, no podemos olvidarnos de la importancia de desarrollar
una participación activa y vivenciada durante el proceso de aprendizaje.
Concretamente, el aprendizaje por
descubrimiento representa una buena opción para generar aprendizajes más
motivadores ya que parte de las experiencias e intereses del alumnado, y a su
vez permite un cierto grado de autonomía aumentando los niveles de autoestima y
de aspiraciones del alumnado. En definitiva, todas estas acciones nos llevan a
considerar la figura del profesor como el encargado de garantizar el éxito de
los aprendizajes.
¡Esto ha sido
todo por hoy!
Saida