Primer martes de este nuevo mes de febrero y que
mejor manera de comenzarlo que publicando una nueva entrada. El que se
convierte en mi quinto artículo acoge como centro de interés al formador. He
decidido escribir en torno a este tema ya que considero que a día de hoy aún no
se conoce realmente el papel de formador, y eso no es todo sino que además
tiende a simplificar-se. El otro día decidí preguntar a mi entorno más cercano
cuál era para ellos el rol del formador, y sí las respuestas fueron
aparentemente evidentes: “Aquella persona
que forma”, “Un formador enseña”, “La
función del formador es transmitir el conocimiento”. Así pues, si al formularos la misma pregunta
vuestra respuesta no se aleja demasiado de las anteriores os interesará
continuar leyendo este artículo.
Como ya todos sabéis nos encontramos ante una
sociedad caracterizada per un “boom” informativo ya que tenemos a disposición
inmediata todo aquello sobre lo que queramos conocer e indagar. Por lo tanto, si
estamos reconociendo la facilidad para acceder a la información no creéis que
resulta algo lógico infravalorar el papel del formador si éste se limita
únicamente a ser transmisor de ésta. Llegados a este punto es razonable pensar
que el formador actual se ve en la necesidad de desarrollar otras funciones y
competencias para mantener su profesionalidad. A continuación, voy a presentar
brevemente el que considero que debería de ser el papel del formador en la
sociedad de la información.
Un buen formador no ha de limitarse a comunicar
una información para esperar la construcción de un aprendizaje, sino que ha de
buscar y proporcionar los medios para generar con el alumnado un nuevo
conocimiento. Además, si el formador pretende desarrollar un nuevo aprendizaje
ha de hacer responsable al alumnado de éste para que se convierta en el líder
del proceso. Por esta razón, la función del formador no es otra que la de
conectar, ampliar y cuestionar el pensamiento del alumnado constituyéndose como
co-líder del proceso de aprendizaje.
Una vez he explicado esto, me gustaría comentar
otro punto que suscita mi interés ya que considero que es uno de los grandes
retos que han de hacer frente los actuales formadores. La profesión del
formador requiere de una constante innovación para poder adaptar-se a nuevos y
cambiantes escenarios. Pero esto he llegado a producir un sentimiento de
rechazo en los propios formadores ya que temen a fracasar en el intento de
innovar. No obstante, hemos de saber que quizás si no se fracasa tampoco
generaremos oportunidades para mejorar. Ante esta situación, personalmente
recomendaría la creación de espacios para que entre los mismos profesionales
compartan preocupaciones y experiencias y así conseguir entre todos mejorar la
calidad del sistema formativo.
Esto ha sido todo, ¡Hasta el próximo martes!
Saida
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