martes, 4 de febrero de 2014

El formador, una profesión a conocer

Primer martes de este nuevo mes de febrero y que mejor manera de comenzarlo que publicando una nueva entrada. El que se convierte en mi quinto artículo acoge como centro de interés al formador. He decidido escribir en torno a este tema ya que considero que a día de hoy aún no se conoce realmente el papel de formador, y eso no es todo sino que además tiende a simplificar-se. El otro día decidí preguntar a mi entorno más cercano cuál era para ellos el rol del formador, y sí las respuestas fueron aparentemente evidentes: “Aquella persona que forma”, “Un formador enseña”,  “La función del formador es transmitir el conocimiento”.  Así pues, si al formularos la misma pregunta vuestra respuesta no se aleja demasiado de las anteriores os interesará continuar leyendo este artículo.

Como ya todos sabéis nos encontramos ante una sociedad caracterizada per un “boom” informativo ya que tenemos a disposición inmediata todo aquello sobre lo que queramos conocer e indagar. Por lo tanto, si estamos reconociendo la facilidad para acceder a la información no creéis que resulta algo lógico infravalorar el papel del formador si éste se limita únicamente a ser transmisor de ésta. Llegados a este punto es razonable pensar que el formador actual se ve en la necesidad de desarrollar otras funciones y competencias para mantener su profesionalidad. A continuación, voy a presentar brevemente el que considero que debería de ser el papel del formador en la sociedad de la información.

Un buen formador no ha de limitarse a comunicar una información para esperar la construcción de un aprendizaje, sino que ha de buscar y proporcionar los medios para generar con el alumnado un nuevo conocimiento. Además, si el formador pretende desarrollar un nuevo aprendizaje ha de hacer responsable al alumnado de éste para que se convierta en el líder del proceso. Por esta razón, la función del formador no es otra que la de conectar, ampliar y cuestionar el pensamiento del alumnado constituyéndose como co-líder del proceso de aprendizaje.

Una vez he explicado esto, me gustaría comentar otro punto que suscita mi interés ya que considero que es uno de los grandes retos que han de hacer frente los actuales formadores. La profesión del formador requiere de una constante innovación para poder adaptar-se a nuevos y cambiantes escenarios. Pero esto he llegado a producir un sentimiento de rechazo en los propios formadores ya que temen a fracasar en el intento de innovar. No obstante, hemos de saber que quizás si no se fracasa tampoco generaremos oportunidades para mejorar. Ante esta situación, personalmente recomendaría la creación de espacios para que entre los mismos profesionales compartan preocupaciones y experiencias y así conseguir entre todos mejorar la calidad del sistema formativo.


Esto ha sido todo, ¡Hasta el próximo martes!


Saida

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