Al comenzar el año me propuse inaugurar este blog, y a
su vez me comprometí conmigo misma a intentar cada martes publicar una nueva
entrada. Con esto no quiero dar a entender que este blog se haya convertido en
una obligación o una rutina para mí, sino todo lo
contrario. Simplemente quiero que sepáis que si mi grado de compromiso con el
blog es tan elevado es básicamente porque me apasiona poder mostraros cada
semana una parte de mí, mi vocación.
Después de explicaros lo anterior, ahora ya sí voy a
presentar el centro de interés de esta semana: La función tutorial, o más
conocida como la tutoría. Muchos de vosotros quizás os estéis acordando de esa
hora que se dedicaba a la semana para tratar aparentemente temas banales, y por
ello sería del todo lógico que os preguntarais el porqué dedicar una entrada a
hablar de este tema. Pues justo por esta razón, porque pienso que la conocida
tutoría es mucho más que una hora a la semana, y por ello personalmente prefiero
hablar de función tutorial o acciones tutoriales y no tanto de tutoría.
Comenzaría comentando que NO es la función tutorial, pues
por ejemplo no es una acción puntual, ni únicamente una actuación correctiva
para dar respuesta a ciertos problemas surgidos durante el proceso de enseñanza
y aprendizaje, ni mucho menos una hora a la semana para descansar y alejarnos
de los contenidos propios del currículum. Entonces, ¿Qué es realmente la
función tutorial? Es una acción continuada, un proceso con principios y objetivos,
transversal al currículum, y especialmente una oportunidad para atender
personalmente a cada una de las inquietudes, preocupaciones o necesidades del alumnado. Por este motivo, entiendo la función tutorial
como un elemento implícito al proceso educativo e inherente a la actividad
docente. Por lo tanto, hemos de concebir las acciones tutoriales como todo un
proceso de acompañamiento y atención para promover, favorecer y reforzar el
desarrollo integral de cada uno de los alumnos.
Personalmente, considero que es
un error buscar el éxito escolar con la sobreinformación, es decir, que no por
dedicar más tiempo a los contenidos curriculares garantizamos el éxito de
éstos. En cambio, quizás destinando espacio y tiempo a potenciar aprendizajes más éticos y
morales, a crear ciertas habilidades sociales, a favorecer los procesos de
maduración personal y de desarrollo de la identidad podemos contribuir, en parte, al éxito del proceso educativo.
Una vez reconocido el valor de la
función tutorial no podemos quedarnos aquí, hemos de pensar en posibles
estrategias para mejorar la calidad de los procesos de orientación y tutoría de
nuestro sistema educativo. Para acabar con el artículo, voy a decir cuál sería
para mí una buena estrategia para comenzar a mejorar la actual situación. Concretamente,
creo necesario atender a las necesidades del propio profesorado, el cual se
encuentra con dificultades y/o obstáculos a la hora de llevar a cabo la función
tutorial. Así pues, es fundamental incidir en la importancia de formar al profesorado proporcionándoles
recursos y medios para garantizar el éxito del proceso tutorial.
Saida
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