Otro martes más presento nuevo centro de interés,
esta vez la estimulación temprana ocupará nuestro espacio y momento de
reflexión. La razón por la que decidí escoger esta temática fue porque
considero que existe una cierta incomprensión o tal vez una confusión en torno
al propio concepto, comportando pues, conclusiones poco acertadas.
La primera pregunta que lanzaría para abrir esta
publicación seria “¿Qué entendemos por estimulación temprana?”, o lo que es lo
mismo, “¿A qué nos referimos cuando hablamos de programas de estimulación
temprana?”. Antes de continuar leyendo
os animo a que intentéis construir una definición de este concepto para que
posteriormente comprobéis si vuestra definición se aleja y difiere demasiado de
la que propone Glenn Doman como
pionero en este campo.
Considero que presentar de primeras una
“definición enciclopédica” de estimulación temprana carece de sentido, por lo
que prefiero ir aportando diferentes ideas y/o características que nos permitan
ir conociendo poco a poco este centro de interés para finalmente poder ser
capaces de construir nuestra propia definición y opinión. Así pues, comencemos diferenciando el término
“temprana” del “precoz” ya que aparentemente pueden parecer similares pero al
asociarlos con estimulación el significado varia. Por ello, quiero destacar que
con la estimulación temprana no se pretende potenciar niños precoces adelantados
respecto sus momentos neurológicos, sino que la idea es más bien proporcionar experiencias
enriquecedoras siempre de acuerdo a sus etapas de desarrollo. Por lo tanto, con
esto lo que se busca es asegurarnos que el niño dispone de experiencias previas que faciliten el posterior aprendizaje.
No obstante, un error muy común tanto de familias
como de profesionales es creer que la sobrestimulación producirá niños con altas
habilidades intelectuales, y por ello tienen la convicción que con niveles
altos de estimulación pueden hacer de los más pequeños superdotados. Desde aquí
muestro mi total desacuerdo con este pensamiento, ya que además hemos de saber
que el constante sobrestímulo puede llegar a
aturdir y a saturar al pequeño provocando la pérdida de interés hacia la
actividad que se esté llevando a cabo.
Pongámonos en el caso que nuestro objetivo es
ayudar al crecimiento del cerebro de un niño, ya sea nuestro hijo o ya seamos nosotros sus educadores.
Entonces, sin perder nunca que nuestro fin aquí es favorecer el desarrollo de
su inteligencia global, ¿Cuáles serian los pasos que hemos de seguir para
asegurar el éxito del proceso de estimulación?. Primeramente, no podemos
desarrollar un programa de estimulación sin antes tener conocimiento de las
etapas de desarrollo para posteriormente saber en cuál de ellas se encuentra
nuestro pequeño. Una vez situados en la correspondiente etapa, hemos de
analizar también las necesidades y el entorno en todos sus ámbitos (biológico,
psico-social, emocional, familiar, escolar, cultural, etc.) ya que hemos de disponer
de un programa especifico para ese niño. Seguidamente, a la hora de diseñar las correspondientes
actividades es fundamental que éstas proporcionen experiencias y oportunidades
tanto desde la perspectiva cognitiva/intelectual, social/emocional como física.
Así pues, nos aseguraremos que mediante el programa de estimulación trabajemos
las ya conocidas inteligencias múltiples.
Doy
por acabado el artículo de hoy esperando que vuestro abanico de conocimiento
acerca de la estimulación temprana se haya incrementado, sin haber pretendido
haceros expertos/as en la materia ya que ni yo me considero una de ellas.
Saida
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar