martes, 23 de septiembre de 2014

No toda la tecnología en el aula es innovación en educación

Quisiera que antes que empecéis a leer el artículo de hoy os paréis por unos segundos a reflexionar acerca del título de éste “No toda tecnología en el aula es innovación en educación”. Además, en la anterior temporada ya dediqué un post a escribir sobre esta misma temática, la cual considero que es merecedora de total interés. Pero esta vez quisiera ir un paso hacia delante, ya que la inmersión tecnológica en el sistema educativo no es ninguna novedad. Concretamente, el paso que quiero que demos es justo el que nos transporta de la dimensión TIC a la dimensión TAC.

Actualmente podemos consultar investigaciones que ponen de manifiesto que más del 80% de los centros escolares disponen de ordenadores con conectividad. Esta afirmación nos puede resultar muy positiva ya que nos hace imaginar que esta realidad nos ofrece la oportunidad de realizar tareas con diferentes recursos tecnológicos. Sin embargo, la introducción de tecnología (recursos e infraestructuras) en el aula no está comportando avances significativos en innovación educativa, es decir, los cambios en las prácticas de enseñanza son casi inexistentes. Por tanto, el reto no está en dotarnos al 100% de tecnología y disponer de aulas con numerosos dispositivos digitales, sino en ir más allá y saber qué hacer con éstos para garantizar resultados en el aprendizaje.

En mi opinión una de las razones por las que no obtenemos los cambios deseados es porque sin ser conscientes estamos cayendo en un “reduccionismo” centrando nuestra atención únicamente en las tecnologías en vez de fusionar lo tecnológico con lo pedagógico para mejorar la realidad educativa.  Por ejemplo, un error muy común es evaluar el impacto de estas tecnologías en base a la ratio de ordenadores por alumno, por ello también la relevancia de hacer uso de indicadores cualitativos y no únicamente cuantitativos. En consecuencia, la función docente en este contexto no ha de limitarse a la creación de presentaciones digitales para explicar el temario, sino más bien a la introducción de pequeños cambios en el proceso de enseñanza-aprendizaje.  No obstante, quiero destacar que cualquier cambio en educación necesita de perspectiva y de distanciamiento en el tiempo para hacerse visible.

Sin intención de detenerme demasiado quisiera señalar otros de los puntos que para mi dificultan el éxito en los resultados de las TAC en educación. A mi modo de ver, creo que existe un gran distanciamiento entre el discurso político en relación a las TIC y las prácticas en el aula. Por esta razón pienso que es un requisito fundamental hacer confluir en una misma dirección las políticas educativas y las necesidades reales en el sistema educativo, y esto se puede conseguir mediante indicadores que ayuden a la correcta definición de políticas. A su vez, esta realidad se ve agravada por la ausencia de debate en los centros educativos en torno a la definición de las políticas en TIC.

Como estáis observando mi objetivo con este artículo es haceros visibles los grandes obstáculos que el sistema educativo ha de hacer frente para que la tecnología se convierta en innovación. Siguiendo con mi propósito habría de señalar la falta de información en relación a los proyectos de innovación que se quieren implementar en los centros.  Así pues, antes de poner en práctica un proyecto es necesario realizar tareas previas como serian la recogida de documentación sobre prácticas exitosas, pudiendo así conocer y compartir las principales dificultades que se pueden encontrar, los resultados reales sobre las consecuencias en el aprendizaje, etc.

Como ya he mencionado al principio la inversión en tecnología no ha de porqué traducirse en innovación, de hecho existe un fenómeno “fatiga innovadora” el cual se caracteriza por un boom de innovación que puede acabar desmotivando y cansando al colectivo docente. Por todo esto, la inversión en tecnología ha de ir acompañada de otras inversiones que la refuercen como serian la formación al profesorado, el apoyo a los centros para ayudarlos a introducir experiencias de innovación, entre otras. Así pues, no nos olvidemos que un proceso de innovación requiere de compromiso, esfuerzo, suma de recursos, tiempo, etc.


Acabemos el artículo de hoy recordando que la esencia de las TAC en el aula no es otra que la oportunidad de disponer de ambientes de aprendizajes enriquecidos no únicamente por la tecnología sino por nuevas técnicas y metodologías didácticas que promueven un aprendizaje activo. Por lo tanto, apostemos por una adecuada y eficiente inversión en TAC, que por un lado apoye al profesorado a desempeñar su función docente y de investigación, y por otro al alumnado ayudándole a alcanzar sus objetivos de aprendizaje.


¡Me despido por hoy, hasta el próximo martes!
Saida

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