Quisiera que antes que empecéis a leer el artículo
de hoy os paréis por unos segundos a reflexionar acerca del título de éste “No
toda tecnología en el aula es innovación en educación”. Además, en la anterior
temporada ya dediqué un post a escribir sobre esta misma temática, la cual
considero que es merecedora de total interés. Pero esta vez quisiera ir un paso
hacia delante, ya que la inmersión tecnológica en el sistema educativo no es
ninguna novedad. Concretamente, el paso que quiero que demos es justo el que
nos transporta de la dimensión TIC a la dimensión TAC.
Actualmente podemos consultar investigaciones que
ponen de manifiesto que más del 80% de los centros escolares disponen de
ordenadores con conectividad. Esta afirmación nos puede resultar muy positiva
ya que nos hace imaginar que esta realidad nos ofrece la oportunidad de realizar
tareas con diferentes recursos tecnológicos. Sin embargo, la introducción de
tecnología (recursos e infraestructuras) en el aula no está comportando avances
significativos en innovación educativa, es decir, los cambios en las prácticas
de enseñanza son casi inexistentes. Por tanto, el reto no está en dotarnos al
100% de tecnología y disponer de aulas con numerosos dispositivos digitales,
sino en ir más allá y saber qué hacer con éstos para garantizar resultados en
el aprendizaje.
En mi opinión una de las razones por las que no
obtenemos los cambios deseados es porque sin ser conscientes estamos cayendo en
un “reduccionismo” centrando nuestra atención únicamente en las tecnologías en
vez de fusionar lo tecnológico con lo
pedagógico para mejorar la realidad educativa. Por ejemplo, un error muy común es evaluar el
impacto de estas tecnologías en base a la ratio de ordenadores por alumno, por
ello también la relevancia de hacer uso de indicadores cualitativos y no
únicamente cuantitativos. En consecuencia, la función docente en este contexto
no ha de limitarse a la creación de presentaciones digitales para explicar el
temario, sino más bien a la introducción de pequeños cambios en el proceso de
enseñanza-aprendizaje. No obstante,
quiero destacar que cualquier cambio en educación necesita de perspectiva y de
distanciamiento en el tiempo para hacerse visible.
Sin intención de detenerme demasiado quisiera
señalar otros de los puntos que para mi dificultan el éxito en los resultados
de las TAC en educación. A mi modo de ver, creo que existe un gran distanciamiento entre el discurso político
en relación a las TIC y las prácticas en
el aula. Por esta razón pienso que es un requisito fundamental hacer
confluir en una misma dirección las políticas educativas y las necesidades
reales en el sistema educativo, y esto se puede conseguir mediante indicadores
que ayuden a la correcta definición de políticas. A su vez, esta realidad se ve
agravada por la ausencia de debate
en los centros educativos en torno a la definición de las políticas en TIC.
Como estáis observando mi objetivo con este
artículo es haceros visibles los grandes obstáculos que el sistema educativo ha
de hacer frente para que la tecnología se convierta en innovación. Siguiendo
con mi propósito habría de señalar la falta
de información en relación a los proyectos de innovación que se quieren
implementar en los centros. Así pues,
antes de poner en práctica un proyecto es necesario realizar tareas previas
como serian la recogida de documentación sobre prácticas exitosas, pudiendo así
conocer y compartir las principales dificultades que se pueden encontrar, los
resultados reales sobre las consecuencias en el aprendizaje, etc.
Como ya he mencionado al principio la inversión en
tecnología no ha de porqué traducirse en innovación, de hecho existe un
fenómeno “fatiga innovadora” el cual
se caracteriza por un boom de innovación que puede acabar desmotivando y
cansando al colectivo docente. Por todo esto, la inversión en tecnología ha de ir acompañada de otras inversiones que la refuercen como serian la
formación al profesorado, el apoyo a los centros para ayudarlos a introducir
experiencias de innovación, entre otras. Así pues, no nos olvidemos que un
proceso de innovación requiere de compromiso, esfuerzo, suma de recursos,
tiempo, etc.
Acabemos el artículo de hoy recordando que la
esencia de las TAC en el aula no es otra que la oportunidad de disponer de ambientes de aprendizajes enriquecidos no únicamente por la tecnología sino por nuevas técnicas y metodologías didácticas que
promueven un aprendizaje activo. Por lo tanto, apostemos por una adecuada y
eficiente inversión en TAC, que por un lado apoye al profesorado a desempeñar
su función docente y de investigación, y por otro al alumnado ayudándole a
alcanzar sus objetivos de aprendizaje.
¡Me despido por hoy, hasta el próximo martes!
Saida
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